viernes, 12 de noviembre de 2010

Los hombres de la guadaña, de John Connolly

«A veces, Louis sueña con el Hombre Quemado. Aparece ya en noche cerrada, cuando incluso los sonidos de la ciudad se apagan, pasando de un crescendo sinfónico a un nocturno amortiguado. Louis ni siquiera sabe si de verdad está dormido cuando el Hombre Quemado deja sentir su presencia, porque le parece que lo despierta la respiración acompasada de su compañero, que yace en la cama a su lado, y percibe entonces un olor familiar y desconocido a la vez: es el hedor de la carne carbonizada en descomposición, de la grasa humana crepitando entre las llamas».

En los dos últimos años, con idea de leer algo para despejar la cabeza —tipo película de encefalograma plano— he acudido a un género para mí hasta entonces desconocido: la novela negra. La que te comento es la primera que leo de John Connolly, la séptima de la serie del detective Charlie Parker. En esta ocasión, los protagonistas son dos de sus habituales colaboradores —Ángel y Louis— a quienes un antiguo compañero de trabajo sin escrúpulos busca para arreglar una cuenta pendiente. La novela alterna la infancia de Louis —su introducción en el mundo del crimen— con un presente que empezaba a ser pacífico y en cierto modo estable. Esta novela engancha desde el primer momento, y contiene los típicos ingredientes del género: bandas de asesinos a sueldo, engaños mutuos, violencia gratuita, etc. Sin embargo, no se cae de las manos y viene muy bien para «desconectar».

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